Comentario
Ya en la década de los 70, Salvador Sanpere hace un viaje a Inglaterra enviado por la Diputación de Barcelona y allí reconoce como propia la preocupación de que el binomio calidad/belleza estuviera presente en los productos industriales. Cuando vuelve a Barcelona lo hace convencido de la necesidad de que el artesano/industrial catalán adquiera una sólida formación y para ello fundar, siguiendo el modelo inglés, escuelas y museos y organizar periódicamente exposiciones de objetos de arte industrial. En 1894 se crea el Centro de Artes Decorativas junto a la revista "El Arte Decorativo". Intentos y esfuerzos que culminarán en la Exposición de Bellas Artes e Industrias artísticas en 1896, en la que por primera vez aparecen juntas las dos actividades.
En el Castell dels Tres Dragons, concretamente en el restaurante de la Exposición, y bajo la dirección de Lluis Domènech i Montaner y Antoni M. Gallisà se reúne un grupo importante de artistas (ya reconocemos esa idea del trabajo en común). Muchos de ellos habían colaborado con Francesc Vidal i Javellí (1848-1914), un auténtico promotor de las artes plásticas. Así, las figuras de Frederic Masriera, Eusebi Arnau, Antoni Rigalt, Jaume Pujol contribuirán al auge de las artes decorativas.
Buena parte de la imagen del modernisme la configuran las artes aplicadas. Las industrias promueven el consumo de manufacturas; en sus catálogos seriados se pueden encontrar estos nuevos elementos ornamentales: los pavimentos, la cerámica decorativa, los estucados, la forja, las vidrieras. El diseño modernista también interviene en su imagen de marca: el cartel publicitario, los envoltorios, las tarjetas...
En Cataluña, como ocurre en el Art Nouveau Internacional, también se atiende al concepto de decoración integral, al proyecto decorativo unitario. El diseñador de interiores será el responsable de ordenar el caos de formas, el mal gusto, la acumulación de estilos. Su intervención decidida en un nuevo estilo debe configurar una imagen de conjunto.
La burguesía catalana se moderniza y este nuevo ambiente estimula también el hábito de consumo de objetos de calidad, de objetos únicos: muebles, joyas, cerámicas, porcelanas... Las firmas comerciales están al tanto de lo que se está realizando en Europa. Los mueblistas como Gaspar Homar (1870-1953) o Joan Busquets (1874-1949) conocen la obra de la escuela de Glasgow y de la Sezession vienesa a través de las revistas ilustradas. Pero la técnica y el material, las marqueterías sobre todo, darán al mueble del modernisme catalán una impronta muy personal. Ello sin mencionar la singularísima aportación de Gaudí.
Lluís Masriera (1872-1958) conoce la obra del francés Lalique, su amor por la línea sinuosa y la naturaleza, las flores y los insectos y la técnica del esmalte de Limoges. Al mismo tiempo utiliza la fundición para obtener piezas seriadas y el conocido esmalte de Barcelona.
Auge también para la bibliofilia y la producción de ex-libris, pero sobre todo con los nuevos sistemas de reproducción de la imagen (los avances cromolitográficos y la investigación tipográfica) se consigue que las revistas ilustradas -"La Ilustración Artística", "Luz", "Joventut", "Pél & Ploma", "Els Quatre Gats", "Hispania"- sean muy cuidadas y de considerable difusión.
El gusto, los modos de sentir y expresarse de la burguesía catalana estaban casi con la misma fuerza que ahora en manos del disseny.